El precio del reloj
de siete horas
Tantum elementa queunt permutato
ordine solo
(Lucrecio)
Oh, compañeros maestros:
tomando en cuenta los hechos,
sabiendo cuán implacable
debe de ser la verdad
cuando se mira a sus ojos,
os quiero hoy preguntar
si aún seguís enseñando a
sumar y a sumar como ayer,
cuando aún creíamos todos,
benditos, ilusos,
que la suma no iba a tener
que acabar…
Oh, compañeros poetas,
camaradas del álgebra –dicen
que no es lo mismo, y para
mí es igual–, ¿se os maldijo, acaso,
como a Casandra Apolo,
para jamás ser creídos
cuando decís la verdad?
¿No explicáis ya que ese potro,
interés que llaman simple,
sencillamente no existe,
y que su hermano el
compuesto nunca se deja domar?
¿O es como el nombre de
Dios? ¿Tantísimo tiempo en los libros
y nadie se atreve a
nombrarlo? Si es así, lo diré yo:
¡Es la exponencial! (Torbellino
infinito, sed insaciable,
cruel Leviatán, explosivo
cáncer, abismo espiral).
Así es el alma del
crecimiento que rige esa ley,
a eso llevó y llevará
reinvertir lo ganado sin freno.
Pues quien no reinvierte, no
baja los precios. Y así
se hunde al cabo en el
fango, en la jungla de la competencia.
«Es la reproducción a
escala ampliada», nos dijo
cierto sabio de Tréveris.
Pero cayó en el olvido.
Ay, mis amigos que
emprenden –mas no una busca
del amor, o de la belleza,
tampoco de la justicia
social–. Perdonad si me
atrevo a inquirirles también.
Y ¿cómo harán para no
explotar a ningún empleado
cuando a su vera el otro
empresario, que exprime a los suyos,
venda su zumo barato, y
pulverice los precios?
¿Cómo cumplirán la promesa
de ser siempre un “buen patrón”?
Me urge saberlo, que a
ratos no puedo dormir, que ese zumo
que se está vendiendo
siento a veces como si saliera de mí.
Y por último, compañeros
de ciencias, tomando en cuenta lo visto
en tema medioambiental
¿por qué os quedáis en silencio,
qué más hay que saber? ¿Por
qué no hablar todos a una
para decir basta ya? ¿Por
qué no exigir que se ataje
el giro de la espiral? Que
el cuerpo de nuestro planeta
es reloj de siete horas:
un cuerpo bello y finito,
como finito y bello es el
cuerpo de vuestros retoños
y padres, y amigos, y el
mío.
Cuerpo-mundo
que tiene
lugar para mil maravillas.
Para el “reino de la
libertad”
(lo cual no es más que cobijo
y abrigo,
la tarde libre, la mesa
llena, y un poco más…).
Pero en su seno no cabe un
crecimiento infinito.
Pero sus lindes no abarcan
ganancia en exponencial.
Pero la deuda, el
empréstito, la hipoteca crecientes…
sus guerras, sus armas,
sus bancos,
su patriotismo de
banderas…
Ah, y el “desarrollo
sostenible”, cómo no.
(Valiente suicidio:
¿sostenible, cabalgando ese potro?)
¡Pero ya basta!
¡Acabemos!
¡¡Salgamos de la exponencial!!
Pepe Ródenas, 12 de marzo de 2023